domingo, 24 de agosto de 2014

IMPERDIBLE: Bajo la Misma Estrella - John Green

Les sugerimos como IMPERDIBLE la presente semana, la última obra del escritor estadounidense John Green "Bajo la Misma Estrella" publicada en el año 2012.  La novela narra la historia de Hazel, una adolescente de 16 años que tiene cáncer a la tiroides en fase IV que se expande hacia los pulmones lo que hace que se  movilice atada a un balón de oxígeno.  Debido a que su madre piensa que ella está atravesando por una crisis depresiva, busca ayuda de su médico de cabecera y deciden que debe asistir a un grupo de apoyo donde todos los integrantes tienen cáncer.  Después de varias sesiones y justo cuando luchaba con su madre para que le permita retirarse de este grupo conoce a Augustus Waters "Gus", quien perdió una pierna por una enfermedad llamada Osteosarcoma, una forma de cáncer en los huesos.   A partir de esto, las vidas de ambos dan un vuelco y deciden viajar a Amsterdam para cumplir con el deseo de Hazel de conocer a su escritor favorito.

Un libro donde la tragedia se trata con esperanza, donde se dá valor a estar vivo y donde la esperanza se resume en un solo día: hoy.

Les dejamos unas líneas del primer capítulo a fin de que puedan revisarlo y animarse a leer esta historia, que aunque es parte de la literatura juvenil, encierra un mensaje para lectores de cualquier edad.

CAPITULO I
 
A finales del invierno de mi décimoséptimo año, mi madre decidió que estaba deprimida, probablemente porque rara vez dejaba la casa, pasaba la mayoría de tiempo en cama, leía el mismo libro una y otra vez, comía infrecuentemente y dedicaba bastante de mi abundante tiempo libre a pensar sobre la muerte.  Cada vez que leas un libro o página web sobre cáncer, o lo que sea, siempre la depresión está enlistada entre los efectos colaterales del cáncer. Pero, en realidad, la depresión no es un efecto colateral del cáncer.  La depresión es un efecto colateral de morir.  Casi todo lo es, en realidad. Pero mi mamá creía que requería tratamiento, así que me llevó con mi médico de cabecera, Jim, quien estuvo de acuerdo en que estaba navegando  en una paralizante y totalmente clínica depresión, y que por lo tanto,  mis medicinas se debían ajustar y también debería asistir a un grupo de apoyo semanal.

Este grupo de apoyo presentaba un reparto rotativo de personajes en varios estados de malestar impulsados por tumores. ¿Por qué rotaban? Un efecto colateral de morir.

El grupo de apoyo , por supuesto, era tan deprimente como el infierno. Se reunían todos los miércoles en el sótano de una amurallada Iglesia Episcopal en forma de cruz. Todos nos sentábamos en círculo, justo en el medio de la cruz, donde las dos tablas se encuentran, donde el corazón de Jesús hubiera estado.

Noté esto porque Patrick, el líder del grupo de apoyo y la única persona por encima de los dieciocho años en el recinto, hablaba acerca del corazón de Jesús en cada bendita reunión; todo sobre como nosotros, sobrevivientes del cáncer, estábamos sentados justo en el precioso corazón sagrado de Jesús y lo que sea.

Así que, aquí está como fue todo en el corazón de Dios: los seis, siete o diez de nosotros caminamos/rodamos, pastamos en una selección de decrépitas galletas y limonadas, nos sentamos en el Círculo de la Confianza y escuchamos a Patrick  contar por enésima vez la historia de su deprimente y miserable vida; como tenía cáncer en sus bolas  y pensaron que iba a morir pero no murió y ahora es, un adulto ya crecido en el sótano de una iglesia en la ciudad número 137 más bonita de América, divorciado, adicto a los video juegos, sobre todo sin amigos, ganándose la vida mediante la explotación de su cancerígeno pasado, trabajando lentamente su camino hacia un título de maestría que no va a mejorar sus perspectivas de carrera, esperando, como todos nosotros lo hacemos, porque la espada de Damocles le dé el alivio que se le escapó, esos muchos años atrás cuando el cáncer tomó sus nueces, pero salvó lo que sólo el alma más generosa llamaría vida.

¡Y TÚ TAMBIÉN PUEDES SER MUY AFORTUNADO!

Luego nos presentamos: Nombre, edad, diagnóstico. Y cómo estamos hoy.  Soy Hazel, había dicho cuando llegaron a mí. Dieciséis. Tiroides originalmente, pero con unas impresionantes y duraderas colonias satélites asentadas en mis pulmones. Y estoy bien.

Una vez que estábamos alrededor del círculo, Patrick siempre preguntaba si alguien quería compartir.  Y entonces comenzaba el tonto círculo de apoyo: todo el mundo hablando de luchar, y batallar y ganar y encogerse y explorarse.  Para ser justos con Patrick, nos dejaba hablar de morir, también. Pero la mayoría de ellos no estaban muriendo. La mayoría iba a vivir hasta la edad adulta, así como Patrick.

Lo que significaba que había un buen montón de competitividad al respecto, con todo el mundo no sólo queriendo vencer al cáncer en sí mismo, sino también a las otras personas en la habitación. Es como que,  me doy cuenta que esto es irracional, pero cuando te dicen que tienes, por ejemplo, una probabilidad de 20 por ciento de vivir cinco años, las matemáticas se activan y te imaginas que es uno de cada cinco... por lo que miras alrededor y piensas, como cualquier persona sana haría lo siguiente: tengo que durar más tiempo que estos cuatro bastardos.

La única faceta redentora del grupo fue este chico llamado Isaac; cara larga, flaco con cabello liso y rubio echado sobre un ojo.

Y sus ojos eran el problema. Tenía un cáncer en el ojo increíblemente improbable. Uno de sus ojos le había sido cortado cuando era niño y ahora llevaba un tipo de gafas de gruesos cristales que hacía que sus ojos, tanto el real como el de vidrio, fueran inexplicablemente enormes, como si toda su cabeza fuera, básicamente, sólo el ojo falso y el verdadero mirándote. Por lo que pude obtener en raras ocasiones cuando Isaac compartió con el grupo, una recurrencia había puesto al ojo que le quedaba en peligro mortal.

Isaac y yo nos comunicábamos casi exclusivamente a través de suspiros.  Cada vez que alguien discute las dietas contra el cáncer o hasta inhalar tierra de la aleta de un tiburón, o lo que sea, me echaba un vistazo y suspiraba muy ligeramente.  Yo sacudía mi cabeza microscópicamente y exhalaba la respuesta.

Así que el Grupo de apoyo explotó, y después de unas semanas, actuaba a regañadientes sobre todo el asunto.

De hecho el miércoles que conocí a Augustus Waters, había intentado mi mejor hazaña para salir del grupo de apoyo al estar sentada en el sofá con mi mamá en la tercera etapa de una maratón de doce horas de la temporada anterior de America´s Next Top Model, el cual en realidad ya había visto, pero aún así. 



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